Reflexiones sobre la formación en Trabajo Social

Librería y editorial Purrúa, Ciudad de México, homenaje a 117 años de actividad

Hace unos días participé en una mesa redonda organizada por la Cátedra de Servicios Sociales que está vinculada a la Universitat de Vic bajo el título “La oferta formativa en servicios sociales en Catalunya: hacia las competencias profesionales necesarias”.

La iniciativa partía de un estudio que han realizado en los últimos años sobre la formación que reciben los profesionales de los servicios sociales que se publicará en breve e invitaron a diversos profesionales con perfiles diversos a reflexionar sobre el tema. Como trabajadora social y, también, como profesora del Grado (aunque sea a tiempo parcial) el tema me parece que puede ser interesante.
Mi primera reflexión sobre el tema tiene que ver con el propio concepto y límites de los servicios sociales, hablar de formación de los profesionales sin abordar qué es lo que deben hacer es complejo. Por una parte, me parece difícil formar a profesionales para hacer la multiplicidad de tareas que actualmente tienen asignadas porque en la mayoría de las leyes de servicios sociales de nuestro entorno[1]  se le asigna una misión más propia del conjunto de políticas del estado de bienestar que de una de las políticas sectoriales.
Por otra parte, no debemos olvidar que las diversas profesiones de lo social (trabajador@s sociales, educador@s sociales, psicólog@s sociales.) pueden, y deben, intervenir en las otras políticas sociales sectoriales y que también deberíamos formarlas para ello; no tendría sentido formar trabajador@s sociales únicamente para el Sistema de Servicios Sociales y luego exigir que los otros sistemas los incorporen.
El reto, entonces, se centra en qué formación necesitan l@s profesionales para desarrollar sus funciones en un mundo tan amplio.
Señalaba recientemente Teresa Matus, en su ponencia en el Congreso de Mérida” que en el proceso de formación la “Focalización de áreas: familias, comunidad, organizaciones laborales, salud, vivienda, etc […] se entabla una suerte de competencia entre dicha focalización y las propuestas disciplinares. […] ‘Ser’ trabajador social tendría que ver mucho más con el ámbito en que se desempeña que en seleccionar posiciones al interior de un corpus de enfoques del Trabajo Social”.
Comparto con Teresa Matus la necesidad de centrarse en consolidar los conocimientos sobre los enfoques del Trabajo Social para después que cada profesional sea capaz de aplicarlos en distintos ámbitos de trabajo (dada mi experiencia me ceñiré a la formación en Trabajo Social, aunque posiblemente sea asimilable a las otras profesiones).
Para empezar, pienso que tenemos dos grandes etapas formativas: la inicial (es decir, los estudios de grado) y la formación continuada y, desde mi perspectiva, deberíamos repensar ambas etapas.
La formación básica es, como mínimo en el Trabajo Social que yo conozco, eminentemente teórica, pero, curiosamente, teórica de todo tipo de disciplinas que, si bien son necesarias para entender el contexto, son insuficientes para el desarrollo de la profesión. Mi experiencia, y algunos estudios recientes lo muestran y se comentó incluso en la mesa redonda a la que hacía referencia, parece que l@s trabajador@s sociales tienen una formación escasa en las teorías y modelos propios del Trabajo Social.
Vuelvo a Teresa Matus porque recoge un tema que, desde mi punto de vista, es clave: desde los estudios de Trabajo Social “La división disciplinar en caso, grupo y comunidad […] supone una clasificación de acuerdo a los supuestos ’sujetos’ que, ironizando, responde a dividir la disciplina según se trabaje con uno, algunos o muchos”. Dándole menos relevancia a los modelos teóricos, que pueden aplicarse en distintas circunstancias, y centrándose más en la intervención directa, en un enfoque que diría más metodológico.
Así pues, la primera conclusión que extraigo es que hay mucha formación teórica, pero de disciplinas variadas, necesarias sin duda (incluso deberíamos añadirle alguna más), pero con poca dedicación a la teoría propia de la disciplina.
Por otra parte, me gustaría referirme a las prácticas que, siendo importantes, no tienen el reconocimiento que deberían: otros estudios reconocen las prácticas como una actividad profesionalizadora en la que alumn@s en prácticas reciben un salario; esta práctica no se produce en Trabajo Social, pero aún más, no se reconoce a l@s profesional@s en activo que acogen a l@s alumn@s de ninguna manera; su acción no es valorada en los currículums o como méritos y la universidad (como institución) ni siquiera es consciente que cada curso, por ejemplo en Barcelona (ámbito de la UB) tiene 220 – 240 profesionales atendiendo a alumn@s de Trabajo Social, formándolos en su puesto de trabajo.
Pero sigamos adelante, tras la finalización de los estudios viene el proceso de incorporación al mundo laboral, este paso es como un lanzamiento en paracaídas, según donde caigas las cosas pueden ir de una manera u otra, porque no tenemos un modelo de incorporación de nuevos profesionales (niveles junior, semisenior y senior) que permita el complemento necesario a la formación académica.
Por otra parte, la formación académica es muy genérica y no es especialmente facilitadora de formación específica para funciones diversas y necesarias: dirección de servicios sociales, planificación y evaluación, por poner algunos ejemplos. Ni siquiera la formación complementaria académica (estudios de postgraduado) tiene tradición en estos ámbitos y tampoco destaca por su oferta en especialización en diversos ámbitos de intervención (con contadas excepciones, como la formación en Trabajo Social Sanitario); siempre me he preguntado ¿cómo es posible que exista una oferta diversa de formación para la dirección de centros residenciales o de entidades sin ánimo de lucro y no se encuentre fácilmente una formación similar para la dirección de los servicios sociales de atención primaria?
En resumen, una segunda conclusión, es que la formación para la incorporación al mundo laboral, incluyendo las prácticas, es limitada y no aborda muchos aspectos necesarios: desde la especialización (ahora sí) en ámbitos de intervención (salud, enseñanza, justicia…) como en funciones (dirección, planificación y evaluación)
Y para acabar, me gustaría hacer una mirada sobre la formación continuada, la que nos debería permitir estar al día de los avances en la profesión, podemos ver que hay un enfoque muy pragmático, muy instrumental de la profesión (perdonadme que hable por la formación que se da en mi área de influencia, tanto la que surge del colegio como la de otras entidades). No se encuentran cursos que revisen los marcos teóricos y los modelos de intervención que, tras la práctica en la vida laboral, seguro que veríamos de manera distinta a la forma en que los estudiamos (si lo hicimos) durante la carrera.
Como conclusión, querría decir que tengo la impresión que los cambios en los planes de estudios, especialmente el paso de diplomatura a grado, no han modificado sustancialmente su estructura en sus últimos años, pese a los cambios evidentes en el contexto (hecho que comparten con la mayoría de estudios universitarios, por lo que he podido ir viendo). Deberíamos ser capaces de pensar los estudios desde una perspectiva más de construcción del "saber" en Trabajo Social y dotar a l@s futur@s profesionales de las bases que les permitan la adaptación e incorporación de herramientas a cada momento del desempeño profesional, así como diversificar la oferta en formación continuada, tanto académica como de actualización.



[1] Como ejemplo la Ley 12/2007 de Servicios Sociales de Catalunya establece: “Los servicios sociales tienen como finalidad asegurar el derecho de las personas a vivir dignamente durante todas las etapas de la vida mediante la cobertura de sus necesidades personales básicas y de las necesidades sociales, en el marco de la justicia social y del bienestar de las personas” (art. 3).

Comentarios

  1. Excelente.
    Cada vea son más las voces que reivindican metodologías y tecnologías para hacer intervención social. Nuestras formaciones tocan muchas disciplinas, como señalas, pero la menos abordada es la propia intervención social.
    Pero suenan vientos de cambio: grados, masteres, doctorados, investigación, publicaciones, conocimiento compartido.
    Por cierto, en la UPNA (Univ. Pública de Navarra) han hecho dos ediciones de un "Experto Universitario en Gestión de Servicios Sociales de Atención Primaria".
    Me apunto a tu reflexión. Gracias compañera

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